Todos en algún momento de nuestra vida hemos sentido ansiedad o preocupación, sobre todo cuando tenemos que enfrentar situaciones que nos pueden resultar difíciles y de mucho estrés, por ejemplo: asistir a una entrevista de trabajo, o tener que hablar en público. Y es que al vivir situaciones así es normal tener ese tipo de sensaciones como preocupación, nerviosismo, inquietud, porque la ansiedad es una emoción que las personas manifiestan en momentos estresantes o que pueden ser de incertidumbre, la emoción cumple una función útil que nos permite adaptarnos a la vida, este tipo de ansiedad puede llevarte a estar más alerta y de esa manera puedes llegar a ser más productiva y realizar trabajos de manera más eficiente, pero es ahí donde debemos estar muy sensibles, porque hay momentos en nuestra vida en donde esta sensación en vez de ser algo útil, se puede transformar en un obstáculo en nuestra vida que puede atacar nuestra mente, cuerpo y espíritu.

Hay un dicho que dice que la “ansiedad no nos conduce a nada”, y es verdad, porque nosotros debemos guardarnos de ser guiadas por nuestras emociones, y la ansiedad es una emoción.

Se dice que la fuente de nuestras emociones es nuestro corazón, y la palabra nos aconseja que por sobre toda cosa guardada debemos guardar nuestro corazón, es por ello que como hijas de Dios debemos someter todas nuestras emociones al Espíritu Santo para que así den un buen fruto, de lo contrario, estas tendrán la libertad de aparecer y actuar como se les dé la gana.

Siempre recuerdo los momentos en que estaba cantando en el ministerio de alabanza, era algo que disfrutaba mucho, pero si había una cosa que me hacía perder mucho el control, era cuando sabía que me tocaba cantar un solo, sentía nerviosismo incontrolable, me dolía el estómago, mi corazón se aceleraba parecía como si iba a salir de mi pecho, de verdad era algo en lo cual sentía que yo perdía el control, y cuando llegaba la hora de cantar mi voz salía temblorosa y se lograba percibir la inseguridad.

Eso me dejaba muy mal, porque por un lado yo disfrutaba el adorar al Señor de esa manera, cuando estaba cantando con el grupo me sentía súper segura, pero cuando sabía que estaría sola, perdía el control, andaba ansiosa pensando en cómo saldría, a veces pedía ayuda para que en el momento que yo comenzara a cantar alguno de mis compañeros me apoyara, era un tiempo difícil para mí.

Este es sólo un ejemplo en donde me he visto guiada por la ansiedad, pero en el transcurso de mi vida, he enfrentado varios sucesos que han revelado mi falta de confianza en el Señor, porque estar ansiosa, o preocupada revelan una de falta de confianza.

La palabra de Dios nos dice en Filipenses 4:6 NBD «No se angustien por nada; más bien, oren; pídanle a Dios en toda ocasión y denle gracias. Y la paz de Dios, esa paz que nadie puede comprender, cuidará sus corazones y pensamientos en Cristo»

En otra versión dice por nada estéis afanosos, este sentimiento nos puede llevar a perder el control de situaciones, nos puede robar la paz, nos puede llenar de temores y sobre todo nos lleva a no confiar en el Señor.

Siempre estaremos expuestas a situaciones en donde se verá si confiamos en el cuidado y dirección de Dios, o si nos dejamos guiar por lo que sentimos en el momento, El Señor nos insta a que no nos angustiemos por nada, que no perdamos la paz, que podamos acercarnos a Él en todo tiempo y manifestar nuestra gratitud y pedirle que saque de nuestras vidas todo aquello que impide que seamos guiadas por el Espíritu de Dios.

Necesitamos mucho de esa dirección, estamos rodeadas día a día de preocupaciones, estrés, falta de paciencia, a nadie le llama la atención esperar, todo se quiere rápido, hay mucho desgaste emocional, hay mucho temor.

Pero frente a todo eso Dios nos lleva a confiar, a descansar en Él y creer que esa paz que nadie puede comprender cuidará nuestros corazones y nuestros pensamientos.

¡Que mayor seguridad que esta!, nuestro Dios que se preocupa de cada área de nuestra vida y que nos trae la calma en tiempos de ansiedad.

Por Karen Quiroz